"Los bombarderos hicieron tráfico alrededor de la torre de control, esperando que se les concediera permiso para aterrizar. Uno de ellos había perdido el tren de aterrizaje, y algunos de sus tripulantes estaban heridos. La torre le dio prioridad, ordenándole que intentara el aterrizaje forzoso. Preparé mi Contax y terminé casi un rollo completo antes de que el avión se detuviera por fin, intacto. Corrí al avión y ajusté mi segunda Contax. Se abrió la escotilla y los médicos desembarcaron lo que quedaba de un tipo. Aún se quejaba. El siguiente ya no. El último en viajar del avión fue un piloto. Parecía estar bien, salvo por un ligero rasguño en la frente. Me moví para conseguir su primer plano y él se detuvo a medio camino y gritó. <<¿Son éstas las fotos que estás buscando, fotógrafo?>>. Guardé la cámara y regresé a Londres sin despedirme.
En el tren de vuelta, con aquellos rollos de película bien aprovechados en mi bolsa, sentí odio hacia mí mismo y hacia mi profesión. Ese tipo de fotografía era apta sólo para sepultureros, y yo no quería ser uno. Si tenía que participar en un funeral, juré que lo haría desde el cortejo."
"Ligeramente desenfocado", Robert Capa, 1947.
La Fábrica Editorial, 2009.
La Fábrica Editorial, 2009.